A la sombra de Azagala

A la sombra de Azagala
Aún hoy, 25 años después me sigo sintiendo a la sombra de Azagala y esos paisajes, ya perdidos, siguen estando presentes en mi memoria; gracias a ellos quizás hoy soy lo que conocéis y tal vez bajo la sombra de ese viejo castillo se forjaron amistades capaces de sobrevivir 25 años y con fuerzas para viajar otros 25 más. Vaya pues este pequeño homenaje a ese castillo, esos paisajes y esos amigos

domingo, 9 de diciembre de 2007

DE LOS ORÍGENES

En la imagen la sierra de los Bueyes con el cortado (en la actualidad inundado), vistos desde el castillo de Azagala.
Año académico 1980-1981, en dos cursos de 3º de BUP del Instituto Zurbarán, de Badajoz, coincidieron cuatro chavales sencillos, inquietos, unos mejores estudiantes que otros, pero todos sanotes, nobles, alegres y con muchos pájaros en la cabeza, se trataba de Gerardo Benedicto Lucas (el hombre de los tres nombres), Luis González Sanz (Güito), Pedro Luis Galán González (Pedrito, Perico) y quien esto escribe, Fco. Javier García Ramos. Estaban en cursos diferentes, Gerardo y Güito por un lado, y Pedro y Javi por otro, aunque coincidían con Gerardo en algunas asignaturas comunes. Perico y Javi empezaron a mantener conversaciones entre clases, y durante las clases, sobre el campo, los bichos, ADENEX, etc., cada vez con más frecuencia. Comenzaron las excursiones en bicicleta a Sagrajas y al Rincón de Caya, tratando de identificar todo animal que veían; hablaban de los elanios azules que empezaban a verse, de las series y libros de Félix Rodríguez de la Fuente, de excursiones futuras, etc. Pronto Gerardo se sumó a estas charlas. Gerardo y Javi se conocían desde mucho tiempo antes, pues eran amigos desde el colegio, coincidiendo en el mismo curso desde 6º a 8º de EGB de San José de Calasanz, justo a partir del año que fue trasladado de la calle Abril a la calle Martín Cansado, en el viejo Seminario de San Atón, ¡qué recuerdos!, ¡qué amistades tan bonitas!

Gerardo conocía a Güito por ser ambos hijos de militares de aviación, además de coincidir en BUP, y nos lo presentó al resto del grupo; al principio nos llamó la atención, pero enseguida nos adaptamos a él, es más se hizo absolutamente imprescindible. Fue una fórmula mágica, fruto de una conjunción astral extraordinaria o simplemente del azar, Gerardo ingenioso, habilidoso, experimentado en la acampada y siempre dispuesto a todo, Güito con una fortaleza rebosante, un humor y un carácter indescriptibles, inclasificables, únicos, Pedro el ideólogo, amante del campo, observador, y yo... no lo sé, pero ¡qué suerte tuve!; casi sin darse cuenta surgieron amistades extremas e inquebrantables entre los cuatro, compenetraciones milimétricas y complicidades casi telepáticas, compartían horarios, frases hechas, vocablos extraños ...
Al año siguiente, en marzo de 1982, llegó el bautizo campero; Pedro no pudo elegir un sitio mejor, los alrededores del Castillo de Azagala. Sin saberlo nos metimos en una de las zonas más impresionantes de Extremadura, el corazón de la sierra de San Pedro. Allí, a bocajarro, vimos la cigüeña negra, el búho real, buitres leonados y negros, ciervos, y sobre todo el águila imperial; nos parecía imposible, un sueño, pero allí estaban.

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