Al llegar al borde del pantano nada me llamó la atención, sólo la luz que empezaba a ser mágica me mantenía alerta. La quietud de la tarde y el azulado espejo del pantano me animaron a fijarme en esa roca varada en la orilla. Seguramente vería la luz de tarde en tarde pues estaba por debajo de la máxima cota del pantano, casi seguro que también su reflejo en las aguas sería normalmente anodino. Pero rebasado un punto de sed, su horizonte deja entrever imágenes al observador atento y sólo estarán allí por tiempo limitado. La mirada curiosa y el espíritu joven te permitirán ver cosas que otros no intuyen
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